La nueva Serbia
Terremoto de fútbol en los Balcanes
El fútbol de Serbia nunca ha tenido una repercusión sobresaliente en las competiciones oficiales de selecciones. Quizás, el hecho de haber competido previamente bajo el nombre de tres países (Yugoslavia, República Federal de Yugoslavia y Serbia y Montenegro) hasta llegar a la nomenclatura y configuración actual haya contribuido a esa escasez de una estabilidad que todo país, federación o club necesita como base para crecer.
Bajo su nombre actual sólo ha participado en una competición oficial: la Copa del Mundo de Sudáfrica en 2010. Aquel grupo destacaba por tener una zaga de primerísimo nivel, con jugadores del orden de Vidic, Ivanovic, Subotic o Kolarov; pero a medida que avanzamos en posiciones, los mimbres del conjunto balcánico descendían de calidad. Así, en el centro del campo podíamos encontrar a unos Dejan Stankovic y Milos Krasic en plenitud u otros como Tosic y Kuzmanovic en ciernes. En la delantera, por su parte, habría que conformarse con unos Lazovic, Pantelic y Zigic que ya daban sus últimos buenos coletazos de fútbol. En definitiva, una buena generación que estaba diciendo adiós y otra nueva que llegaba con pocos efectivos. ¿Resultado? Descalabro total en los tres siguientes torneos continentales, pues ni en Ucrania y Polonia, ni en Brasil, ni en Francia ha participado la selección del sudeste europeo.
Una tónica aletargadora y peligrosa que parecía instalarse en Serbia hasta que, por fortuna, sus chicos de la generación del 95 y 96, bajo la batuta del exatlético Veljko Paunovic, dieron un atronador golpe encima de la mesa en 2015 al vencer a Brasil en la final del Mundial sub-20. Ese día, una nueva camada de cracks florecería en el devastado jardín serbio, y hoy, ya en 2017, parece que está dando sus frutos en el fútbol de elite.
Y es que si antes hablábamos de una Serbia con defensa férrea, que con figuras incipientes como la de Milenkovic (Partizán), del 97, seguro no perderán las buenas costumbres, esta nueva generación de futbolistas tiene en el fútbol control y la técnica su carta de presentación. Por eso, no es extraño que centrocampistas como Milinkovic-Savic, Grujic, Nemanja Maksimovic o Gacinovic estén en equipos como Lazio, Liverpool, Valencia o Eintracht; además de los Zivkovic, Saponjic y Luka Jovic (no disputó ese Mundial) en el Benfica, o Drazic, cedido en el Valladolid por el Celta de Vigo. Además, respaldados por el Guante de Oro de aquel torneo y capitán del equipo Rajkovic, actualmente en el Maccabi Tel Aviv.
Pero no quedan aquí las buenas noticias para Serbia, porque antes de esta fenomenal generación de futbolistas, las anteriores desde el 91 ya habían ido dejando sus regalitos en forma de Nastasic (Schalke) o Nikola Maksimovic (Nápoles) en defensa; Gudelj (Ajax, Tianjin), Radoja (Celta), Brasanac (Betis) o Milivojevic (Crystal Palace) en el medio; Markovic (Liverpool, Hull), Katai (Alavés), Kostic (Hamburgo), Jojic (Colonia), Ljajic (Torino) o Djuricic (Sampdoria) en línea de tres cuartos y Mitrovic (Newcastle) en punta de ataque.
Una brutal hornada de jugadores menores de 26 años que, unida a los tres de la generación del 88, Fejsa (Benfica), Matic (Chelsea) y Tadic (Southampton), van a hacer de la selección balcánica una puntera, seguro, en competiciones oficiales futuras. Y todo sin mencionar a los Ivanovic, Tosic o Kolarov...
Calidad en cantidades desproporcionadamente industriales para que Serbia nos haga disfrutar dentro de muy poquito. ¡Los Balcanes están de moda!
Kike Cervera (@kikecervera_)