Samir Nasri
Un lado oscuro que ha atropellado al Sevilla
Mucho se ha hablado de Samir Nasri desde que en verano sonara su incorporación al Sevilla FC. Llegaba a la ciudad hispalense un entrenador con mucho gusto por el toque y a los Kranevitter, Correa, Franco Vázquez, Ganso o Kiyotake que habían ido llegando en verano habría que sumarles todavía esa guinda que diera el salto de calidad definitivo a la plantilla. No sería un problema para uno de los mejores directores deportivos del mundo, Monchi, quien sacaría de la chistera a un jugador top que estaba en una situación en la que ni convencía a su club ni viceversa. Con la etiqueta de conflictivo colgada en la espalda, al Manchester City de Guardiola y Begiristain no le costaría dejarle ir. Nasri desembarcaría en el Guadalquivir.
Hubo mucho interés a su llegada por esta faceta extradeportiva del crack francés, pero tanto Nasri como Monchi confiaban en que el aire fresco que le traería un club nuevo y un estilo de juego que se adaptaba a sus características serían suficientes para centrar de una vez al voluble Samir en mantener una regularidad a lo largo de una temporada.
Empezó disipando todas las dudas, echándose el equipo a la espalda, acallando a los críticos, haciendo, entre otras cosas, que el Sevilla de toque que él abanderaba firmara la mejor primera vuelta de su historia. El caudal ofensivo y creativo que formaba junto a Vázquez en zona de tres cuartos sirvió para que con Nzonzi sólo en el medio, respaldado por tres centrales, bastara. El juego del Sevilla impresionaba, la idea de Sampaoli calaba, Nasri maravillaba.
Pero como todo genio -y como todo estudiante poco dado al trabajo que empieza el curso con ganas y los meses y las clases le van comiendo el ánimo y la voluntad- su lado oscuro fue apareciendo otra vez sin que nadie pudiera evitarlo. Su primer escándalo, que se pasó por alto por su gran momento de forma, fue aquel dudoso tratamiento en la nada convencional clínica Drip Doctors en Los Ángeles. Obviando esto, lo alarmante se iría viendo en el césped con el paso de los partidos a partir de las campanadas del 2017. Cada vez menos participativo, más lento, más escondido, más... gordo. Sí, un problema repetido a lo largo de su carrera y que no gustaba nada a Pep apareció de nuevo en el momento menos oportuno. El dichoso sobrepeso que se le achacaba en Inglaterra. Y es así, no hay más que verlo. El Sevilla pasó de maravillar a ganar sin maravillar y, por último, a directamente no ganar. Cierto que Samir no fue el único culpable, ni mucho menos, pero es bastante paradigmático.
Hasta que llegó la vuelta de octavos de Champions contra el Leicester en un cruce de dinámicas importante, cuando Nasri, desquiciado del todo, cayó en la trampa de un hombre que mamó el fútbol amateur hasta los 25 años. Vardy lo buscó y lo encontró, y el bajón de forma del francés alcanzó su máxima expresión en esa expulsión que, aparte de la eliminación del Sevilla en Champions, ha supuesto todo tipo de críticas tanto en Inglaterra como en España.
Hay una que suscribo: por estas cosas le costó tan poco a Pep (aunque éste tampoco atraviese su momento de mayor popularidad) dejarle marchar.
Kike Cervera (@kikecervera_)